

Publicado en el Diario La Nación el domingo 07 de diciembre de 1997, por Álvaro Abos, y comentado al pié por Don Chacho Escota.
“La estafa a la Lotería con la aparición cantada del 31.025, en 1942, complicó a mucha, demasiada gente en la maniobra. Se descubrió muy pronto, y sobrevive en la memoria popular porque afectó el juego, el azar y los sueños, sustancias a las que somos muy afectos los argentinos
Para todos los que soñaron con la gallina y le jugaron al 25, el viernes 4 de septiembre de 1942 fue un día inolvidable. Pero sobre todo lo fue para los niños cantores -no precisamente los de Viena- que entonaron con voz templada una pequeña obra barroca de la corrupción argentina.
El sorteo de la Lotería Nacional duraba una hora. Rotaban tres turnos de tres boys scout cada uno. Los nueve participaron en la maniobra. Habían encargado a un carpintero unas bolillas similares a las que giraban en los dos globos de vidrio. Uno de los niños cantores tenía escondida en su mano la bola con el premio mayor. Otro, la bola con el número elegido.
En medio de la rutina, cuando se llevaban cincuenta minutos de sorteo y los premios se repetían -Cieeen peeesos...-, se cantó el número mágico: -Treeeinta y un miiil veinticiiiinco...
-¡Trescieeeentos miiiiiiil peeeesoss...!
El tercer boy scout, en medio de los dos cantores, recogió las bolillas, las mostró al público, se las exhibió al notario y procedió a colocarlas en el tablero. Todo se había hecho a la vista, confiando en la credibilidad que despertaban los niños, pero una organización criminal estaba detrás de los cantores.
Café de los Angelitos
Unos meses atrás, cuando comenzaba el duro invierno de 1942, dos hombres entraron en el Café de los Angelitos, en Rivadavia y Rincón, sacudiendo la llovizna que impregnaba los sobretodos. El mayor se quitó el sombrero. El otro era un adolescente. Padre e hijo. Mientras daban cuenta de un submarino y un completo -café con leche con pan y manteca-, fueron llegando otros hombres con otros chicos Boys scout. Hablaban en voz baja.
-¿Quiénes entran?
-Fulano y Mengano...
El mecanismo era sencillo. Los boys scout fueron birlando bolillas. Un oficial tornero de Ramos Mejía confeccionó, según el modelo, dos bolillas exactamente iguales: una con el número elegido, otra con el premio grande. Se fijaba un día para consumar el delito y los padres de los niños cantores jugaban lo que tenían y lo que no tenían a ese número.
El mecanismo fue ensayado el 24 de julio de 1942 con el número 25.977, y todo funcionó a la perfección. Entonces, envalentonados, prepararon el gran golpe.
A la cabeza y a los premios
Se extendía la mishiadura, lunfardismo que viene del dialecto genovés (miscio: pobre), y había que salvarse jugando. En la estafa de los niños cantores intervenía tanta gente que casi era vox pópuli.
El diputado radical por Santa Fe Agustín Rodríguez Araya pidió la formación de una comisión para indagar sobre los beneficiarios de concesiones para vender Lotería. La formaron los diputados Roberto Lobos, Carmelo Piedrabuena, Jacinto Oddone, J. Luciano Peltier, Fernando de Prat Gay y Atilio Giavedoni. Se descubrieron irregularidades: premios pagados sin billete, bolillas más pesadas, lo que beneficiaba a algunos números, privilegios para la venta de Lotería otorgados a parientes de antiguos presidentes y otros amigos del poder.
La comisión estaba cerca de la verdad, pese a lo cual los organizadores de la estafa decidieron seguir. Para el sorteo del 5 de septiembre, medio país le jugó al 25, a la cabeza y a los premios.
Los arbolitos (pasadores del juego clandestino) no aceptaban más apuestas. Algunos enterados viajaron a Rosario y hasta a Tucumán para conseguir billetes del 31.025.
Fue finalmente el diario vespertino Crítica el que destapó el escándalo. Para algunos, Crítica era un pasquín sensacionalista, y se decía que, con tal de vender más ejemplares, sus cronistas policiales cometían los crímenes sobre los que luego informaban. Para otros, era un diario valiente: su director, Natalio Botana, apoyó a los republicanos en la guerra de España y a los aliados en la Segunda Guerra Mundial, además de publicar a grandes escritores argentinos, como Jorge Luis Borges, que dirigía el suplemento literario. "Ayer salió con la grande un número ya anticipado", tituló Crítica.
Rodríguez Araya actuó de inmediato. Hizo detener a todos los niños cantores y los sometió a interrogatorios cruzados, hasta que confesaron.
La prensa comentó extensamente el suceso: se dijo que algunos de los niños eran ya mayorcitos y más de uno, terminados los sorteos y tras embolsarse las propinas de los favorecidos, cambiaba los pantalones cortos de boy scout por los largos y ocupaba otro puesto público.
Las declaraciones a la prensa de uno de los acusados fueron reveladoras del clima de época: "¿Qué quieren? ¡Todos viven bien y gastan más de lo que tienen, y todos lo ven y nadie dice nada! ¡También nosotros tenemos derecho a pasarla bien!" Recibieron condenas de tres y cuatro años, pero en medio de acontecimientos que sacudieron poco después al país recuperaron la libertad rápidamente. (…)
A pesar de su modesto alcance, comparado con otros escándalos anteriores y posteriores, el caso de los niños cantores quedó en la memoria popular, quizá porque afectó a una institución como la Lotería Nacional, que era una de las columnas de la credibilidad pública, junto al Correo y la Caja de Ahorro Postal y a la propia Institución de los Boy Scouts, que continuó proveyendo de honestos jóvenes con pantalones y mangas cortas que no debían esconder chanchullos. (…)”. Alvaro Abos, para La Nación.
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Ante tamaño descrédito que podía ensombrecer la imagen del Scoutismo el Directorio Nacional de INSA y el Consejo Nacional de la USCA decidieron presentar al público un propuesta de solución transparente. A último momento se decidió invitar a la Asociación Guías Argentinas. Se convocó a los medios de prensa a una conferencia en plena Plaza de Mayo. Se comunicó que los grupos y compañías, debían nominar a valiosos jóvenes que requerían del aval de personas destacadas de la comunidad que tuvieran absoluta confianza de sus conciudadanos. Todos los nominados participarían de un sorteo público, realizado en esa misma Plaza de Mayo.
El proceso de elección fue realizado en 30 días. La prensa estuvo muy encima de todo esta gestión y tenía una actitud desconfiada. Se decide elegir a 12 jóvenes, 3 cuartetos (agregando a los tríos un/a joven atenta/o a cualquier vicisitud o ausencia inesperada: “el comodín”). Realizado el sorteo público el primer cuarteto quedó compuesto por la Señorita Margarita Elizonto Anchorena, por Las Guías; Gabriel Miguel Uriel Sambenito elegido en la bolsa de USCA; José M. Bianchi por la INSA; y el “comodín” recayó también en otro boy scout de INSA: Abelardo Bonifato. Todos los elegidos fueron presentados a las Autoridades de la Lotería Nacional, que se propuso seguir muy de cerca el desempeño de los “niños cantores”.
El resultado fue asombroso y reforzó el escándalo, el/la joven que sacaba el número elegido, y premiado por otro de los “cantores” parecía responder a un esquema mental, cierta inclinación casi sobrenatural por determinados números que reflejaban su personalidad, convicciones o hábitos, situación que hacía previsibles los sorteos y los viciaba “premeditadamente”. Por ejemplo, Margarita Elizondo Anchorena solo sacaba números relativos al arte culinario, en sus tres sorteos salieron el 46 (los tomates), el 19 (el pescado) y el 50 (el pan). Gabriel Miguel Uriel Sanbenito de la USCA sacó: el 84 (la Iglesia), el 40 (el cura), y el 26 (la Misa) en los premios mayores. El muchachito de INSA Pepito Bianchi, de Zona Norte, que tenía tanto de honesto como de atorrante, sacó las bolillas del 78 (las prostitutas), el 69 (los vicios), y el 05 (el gato). Cuando le tocó eventualmente sacar las bolillas al “comodín”: Abelardo “El Bosta” Bonifato, la suerte se dio por el 71 (el excremento), el 87(los piojos) y el 91(la letrina).
Con esto literalmente “cago” la suerte de los niños cantores scouts, no fueron invitados nunca más ni a un mísero campeonato de truco. Triste y complicada historia la del Scoutismo y el Azar.
Pero no fue ni la primera ni la última vez que en los Scouts Argentinos se timbearon los valores, hace muy poco los “capos” apostaron todo al 20 (la fiesta) que ni figuró en los premios, y allí “se perdió” la ALEGRÍA de sentirse parte de una Gran Asociación.