Queridos lectores.
Les traigo una historia más de las miles que produjo nuestro Movimiento, Juan Segundo es un amigazo con el que compartimos algunos buenos momentos y muchas complicaciones en nuestra vida scout. Juan Segundo quiso contarnos su historia, a el le viene muy bien poder contarla, al menos para sentirse acompañado en esta sucesión de situaciones límite que es su propia vida.
Así es que, cruzando los dedos, le dejamos lugar a Juan para que se exprese:
Hola me llamo Juan Segundo Patrá, imagino que después de escribir esto van a pensar que soy un personaje sombrío y tal vez lo sea, pero no siempre fui así.
Esta maldición que me persigue vino de la mano del inicio de mi vida scout, no es que antes tenía muy buena suerte, solo tenía la mala suerte normal que cualquiera puede tener, no voy a caer en la frase común “Me meó un dinosaurio”, nooo!!!, a mi me atropelló la chata esa que lleva los bidones con “meo” de mujeres menopausicas, pero ojo, viniendo de vuelta y después de que en la farmacia del barrio la promotora de turno haya repartido miles de muestras gratis de ese excelente diurético.
¿Qué como empezó todo? , a ver casi puedo sentir el aroma (no, no el del meo) sino el de los buñuelos con banana que estaba haciendo mi vieja esa tarde, sábado otoñal con solcito, yo en la terraza leyendo el último número de Satiricón a escondidas de los viejos. Justo cuando estaba en lo mejor de la historieta del Cacique Paja Brava a mi viejo se le ocurre subir a la terraza a gritar el gol del Sportivo Italiano, para que lo escuchara el gallego de al lado hincha del Deportivo Español.
Para que les voy a contar el bolonqui que se me armó, de ahí enfilamos para el kiosco que diarios que atendía el “Turrón Turco”, apodo bien merecido por que era turco, grandote como un ropero y un turro de primera. Ahí nomás se despego del tema diciendo que él no me la había vendido, dijo: “Que va Doña, yo a los bibes les digo bortensen bien, “Y bueno degeneradito el pibe”, esta es la revista que tiene que leer Don Batrá” y le dio el último número de la revista “Lupin” y fatalmente agrego “todos los boi scuses de la blacita la llevan señora”.
Mi vieja ojeó el contenido, ¡guau, te enseñaban a hacer un electroimán con un clavo, recontra guauu!!!. Eso, sumado al prestigio del que gozaban los Boy scout de la placita, por haber desmalezado y exterminado la banda de ratas que habitaban el baldío de al lado de la estación, determinó mi destino “Y bueeeno, boy scout el pibe”.
Ahora verán debidamente documentado y cronológicamente, las calamidades que empezaron a ocurrirme.
Hecho 1
Mi primer día como scout
Ahí estaba yo frente a esos 30 desconocidos, nervioso, estrujando el último numero de la revista Lupin, el Jefe de Tropa me presentó, este es nuestro nuevo amigo Juancito, va a estar en la patrulla Búfalo démosle la “bienvenida” ¡eh!, dio dos zancadas un urso de 1,80mts. y con el cuello digno de un luchador de Titanes en el Ring, (era la época en que a la tropa iban pibes de 11 a 17 años) su apodo era “Caníbal”, me dijo: - vení pibe, nosotro te vamo a enseñá a ser escau…
Ahí nomás jugamos al reloj en su variante de “bienvenida”, que consistía en meter al recién llegado dentro de una bolsa de arpillera,, que atada al extremo de la soga y merced a la fuerza centrífuga generada por los sucesivos giros del Guía Primero alcanzaba la nada aconsejable altura de 50 o 70 cm. dependiendo, ahí estaba yo recordando a la vieja y su maldita costumbre de los buñuelos de banana de los sábados a la tarde, según escuché ( por que dentro de la bolsa no veía un pomo), el juego entró en su etapa definitoria, duelo mano a mano entre los últimos dos “El caníbal” por un lado y el Guía de la Puma por el otro una soga separaba el éxito del fracaso y en el medio... yo, claro.
Y empezaron los giros con sus clásicos sonidos zunga...zunga...zunga...crack.
(Crack: dícese del sonido onomatopéyico producido al estrellar la cabeza, si es de uno la cabeza el sonido se percibe mucho mas fuerte, contra la rodilla de alguien.
Después de semejante movimiento, llegó la quietud y las voces, risas y gritos que se alejaban, por las dudas me quedé callado y quietito.
Vi todo oscuro durante media hora, que fue el tiempo que les llevo recordar que me habían dejado dentro de la bolsa, claro estuvieron todos ocupados buscando hielo para poner en la rodilla del “Caníbal”, cuando al fin me sacaron de la bolsa además de los zumbidos tuve que escuchar las reprimendas del Jefe de Tropa... por haber vomitado la ”Tradicional y mítica bolsa de arpillera”, desde luego nadie de mi patrulla me dirigió la palabra durante el resto del día, me hacían responsable de haber perdido con los flojos de la Puma. “Y bueno inadaptadito el pibe”.
No tuve muchas ganas de ir el sábado siguiente, pero mi viejo me persuadió como solía hacerlo, y entre la alpargata del viejo y los scouts, tuve que elegir. No se si fue lo mejor, pero sin darle tiempo al viejo a que me convenza, me fui solito para el Grupo.
Hecho 2
Mi primera prueba
Al tiempo me enteré como venia la mano con el adelanto y como se conseguían todos esos “chirimbolos” que la mayoría llevaba colgados, descubrí entonces que no toda la sabiduría del mundo estaba encerrada en la revista Lupin y me compré el manual de Tercera, después de la reunión algunos pibes daban sus pruebillas. Una parecía particularmente fácil, pocito en la tierra, fueguito, salchicha o chorizo y un huevo embadurnado con barro que ponían en las brasas, ya había ayudado a mi viejo en algún que otro asadito, o quemado varios hormigueros en el fondo de casa, ¿qué podría salir mal?, primera chinche del cuadro de adelanto ¡allá vamos!.
Todo planificado, si hasta cuando llovió el viernes lo postergué por si la leña estaba húmeda. El sábado siguiente después de la reunión, busque un lugarcito reparado del viento, llevé un pomito de bencina de los que mi viejo le ponía al encendedor, para asegurarme que nada saldría mal, hice el pocito, prendí el fueguito, estuvieron las brasitas, puse el choricito en un palito, unte el huevito con abundante barrito... lo parió el huevito, en que parte del manual decía la formula correcta, “huevito + barrito + agujerito = huevito decente”, por que por culpa de Boyle y Mariotte si : “ huevito + barrito – agujerito = meteorito incandescente”. Al rato explotó como la gran siete, por ahí pasaba el Jefe de Grupo con un funcionario municipal a quien estaba ablandando para sacarle un subsidio para poder ir de campamento a Bariloche.
¡¡¡Y si!!!, le dio en el ojo, pero si todos los tipos de más de cincuenta usan anteojos, justo a mí me toca uno con buena vista, lo llevaron al centro de ojos más cercano, donde con cuidado lograron extraerle restos de ceniza, barro recocinado, y huevo...digamos que en su justo punto de cocción.
¿Casualidad o causalidad?, vaya uno a saber. Ese año no fuimos a Bariloche, y claro “Salía un huevo”.
El campamento en Zarate no estuvo tan mal... aunque si alguien me hubiera hablado en esos quince días me hubiera gustado. “Y bueeeno poco sociable el pibe”.
Hecho 3:
Mi primer juego nocturno
El campamento de Zarate, sin embargo, tuvo sus “aparentemente” buenos momentos, la primera noche experimente la novedad de comer en el piso, realmente increíble, aunque me hubiera gustado comer en las mesas del comedor como el resto de la tropa.
Luego de la cena imagine los largos momentos sosiego entre el silencio y la meditación, mientras los demás se divertían y reían ruidosamente, pero no fue así.
Los tres silbatazos me trajeron a la realidad y perdí la cuenta de los platos que había lavado, no se, serian 40 o 50, reunidos en herradura nos explicaron como era el juego de “la caza del zorro”, los cuatro guías se alejaban por el campo en medio de la noche, cada uno tenia una linterna con la cual debía realizar señales para orientar a quienes los buscaban a tientas en la absoluta oscuridad, estos últimos debían quitarles los pañuelos a modo de colas que tenían en la cintura, Los limites del juego eran los lados de un cuadro inmenso poblado de vacas ( con sus bostas), y enormes cardos, pedí permiso para ponerme pantalones largos como todos, pero me dijeron que si me sobraba tiempo terminara de lavar los platos. Salieron corriendo los guías mientras nosotros planificábamos una estrategia, que era mas o menos así: se separaron varios grupos y todos salían en direcciones diferentes, mis directivas no fueron muy especificas, partí entonces, solo y caminando en círculos, pero con la previsión de marcar el camino, para no perderme, con pedazos de mi piel enganchados en los cardos.
Se escuchaban gritos, risas, corridas y no puedo negarlo me entusiasme y me dije esta es mi oportunidad, y si atrapo uno “Yo” solo sería un héroe aceptado por mis pares, en eso veo una luz prenderse y apagarse, es la mía, dije y hacia allí fui. Primero me acerque sigilosamente, pude ver que se prendía la luz nuevamente, me eche cuerpo a tierra ¡¡¡que lo parió!!!, me olvidé de los cardos, sin embargo y llorando en silencio avancé, la luz continuaba centellando decidí ir a la carga por el zorro y tomarlo por sorpresa, entonces corrí con todas mis fuerzas, 50, 100, 150mts., ¿estaba mas lejos de lo que yo creía o estaba corriendo también?.
De repente una fuerza invisible me frenó, una garra férrea se interpuso entre mi objetivo y yo, bah “garra férrea” lo que se dice garra férrea, no... mas bien un alambre de púas que marcaba el limite del cuadro, en cuanto a lo del “objetivo” tampoco, mas bien la luz de la casa del puestero y un álamo que movía el viento.
Si bien las heridas de mis piernas sangraban un poco, el golpe contra el piso al rebotar no fue tan fuerte, me amortiguaron algo las “bostas.
Y volví con la frente en alto, no quería mirar mis piernas, cuando llegué fui convenientemente reprendido por que el juego ya había terminado y yo no volvía, me mandaron a lavarme para que no manchara con bosta y sangre la carpa, ahí si que revelé ¿lavarme a esa hora y con agua fría y con una bomba a manija? ¡no señor! ¡ni loco!.Me arreglé bastante bien durmiendo bajo el doble techo, por suerte me pude tapar con los repasadores de las bolsas de ranchos de los chicos de la patrulla, eso si los lave a la mañana bien temprano para que nadie se diera cuenta. “Y bueeeno rebeldito el pibe”.
CONTINUARA...